Textos de motivación

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jueves, 26 de abril de 2007

El cáncer y el médico ideal


Lo que más angustia a todos los enfermos de cáncer es lo desconocido.


Tras el primer y traumático impacto del diagnóstico de que tenemos cáncer viene la inquietud sobre si el médico que nos “guiará” será el mejor o no. El médico ideal es, desde luego, aquel con el cual sintonizamos.

La mayoría de las personas acuden al médico de la Seguridad Social (la estatal o pública) bien porque no pueden pagarse uno privado o bien porque cree que el servicio que prestan es igual de bueno. Lo cierto es que a menudo son igual de profesionales.

Cuando elegimos el servicio sanitario público lo habitual es que no podamos elegir un médico en concreto ya que suele haber pocos y van muy saturados.

Aquellas personas que pueden permitirse una atención privada lo tienen más fácil, no porque el médico vaya a ser mejor sino porque pueden permitirse la posibilidad de cambiar si no es de su agrado.

Realmente si en general es importante que tengamos una buena relación con nuestro doctor, en el caso del cáncer o cualquier otra enfermedad que sea grave es aún más importante este factor ya que a menudo un tanto por cien muy importante de nuestra curación o calidad de vida dependerá, como ahora veremos, de este factor.

¿Cuáles son las cualidades más apreciadas por los pacientes?
Tras el diagnóstico de cáncer muchos pacientes entran en pánico y piensan que van a morir rápida e inevitablemente. Aparte de que esto pueda ser cierto o no, el principal trabajo del médico debería ser serenar al paciente, lo que no quiere decir ocultarle la verdad.

De entrada el médico debería explicarle su caso del modo más fácil de entender y haciendo hincapié en la estrategia médica que se va a seguir (quimioterapia, radioterapia, cirugía, etc…). Del mismo modo comentarle la duración aproximada del tratamiento y si va a tener algún efecto secundario. En caso de que sea así habría que explicar al paciente que hay una serie de medicamentos que pueden mejorar esos síntomas y que además esos efectos secundarios (como las nauseas) son momentáneos.

Lo que más nos angustia a todos es lo desconocido, el no saber si lo que tenemos es normal o es un mal síntoma ya que siempre tendemos a pensar lo peor.

No hay que dar falsas esperanzas pero también es cierto que cuesta bien poco explicarle que la ciencia avanza cada vez más y que incluso casos muy complicados se curan o tienen una expectativa de vida muy larga. La persona necesita, a menudo, agarrarse a una esperanza (aparte de que además muchas personas hoy en día se curan) por pequeña que sea.

La curación del cuerpo va asociada, cada vez más, a la curación del espíritu y es por eso que el médico debe de ser también psicólogo. Hay pues que invitar al paciente a que exprese como se siente, cuales son sus miedos, etc…En el libro “Amor, medicina milagrosa” (preguntad la editorial en vuestra librería) el doctor Bernard S. Siegel explica como la colaboración médico-paciente es básica en la curación del paciente. La enfermedad, comenta, es como una mesa y hay que poner varias patas para que esté firme y no caiga.

Un pata muy importante, para muchos pacientes, puede ser el tratamiento médico tradicional pero a partir de ahí hemos de saber que hay muchas otras “patas”:

-La nutrición es un factor básico en la salud y el médico deberá dar unas pautas de qué dieta es la más conveniente al paciente. Evitar el tabaco, el alcohol, los aditivos químicos y tomar la máxima cantidad de fruta, verduras y alimentos no refinados. Así mismo ver que complementos nutricionales o plantas medicinales pueden serle de ayuda (antioxidantes, cúrcuma, aloe vera, etc…).
-Evitar en lo posible el contacto con productos químicos (cosméticos, ropas sintéticas, pintura, pesticidas, etc…).
-El aspecto emocional ya hemos dicho que es primordial y por ello hay que invitar al paciente a hacer una revisión de su vida y ver que aspectos emocionales se pueden sanar (conflictos con la familia, duelos no superados, traumas, fobias, etc…).
-Si la persona es religiosa hemos de animarla a afianzarse aún más en sus creencias para que se sienta más reconfortada.
-Hay que ver si la persona ha estado o continua estando en contacto con materiales potencialmente cancerígenos (trabajadores en el sector del amianto, plomo, etc…).
-Pensar en actividades que mejoren su estado físico y emocional (caminar, bailar, excursiones, escribir, etc…).
-La acupuntura, el masaje, la homeopatía, la naturopatía y el reiki son algunas de las terapias que suelen ayudar mucho a los pacientes a mejorar su calidad de vida y el médico debería tener una mente abierta a estas terapias ya que la finalidad última es mejorar o curar a su paciente.

El médico deberá ser consciente de sus limitaciones (tanto de tiempo como de conocimiento en los diferentes temas que hemos comentado) y por ello debería de derivar, si es posible, al paciente a los especialistas correspondientes (dietista, psicólogo, etc…).


Realmente hemos visto, aunque sea brevemente, que hay muchas “patas” que podemos poner a nuestra “mesa” (enfermedad).

Para finalizar sólo aconsejaríamos a los médicos que piensen que cada paciente es único y que ha depositado toda su confianza en él.

Hay que ponerse siempre, y más en estos casos, en lugar del paciente y dirigirse siempre a él con toda el amor y la comprensión posible.

A menudo un gesto o un abrazo harán más por esa persona que todas las palabras o los tratamientos del mundo. El paciente debería de sentirse siempre en buenas manos.

Autor: Josep Vicent Arnau (Naturópata y Acupuntor)

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